EL DONANTE

La sala de primeros auxilios estaba atestada de gente.

Alaridos de dolor se mezclaban con llantos de profunda pena.
A cada instante la vida y la muerte jugaban una carrera fatal.
Por segunda vez en apenas tres días Serafín llegaba al lugar
cargando el cuerpo frágil de su patrón.
Hacía más de 10 años que trabajaba en la chacra. La paga era
por casa y comida. Siempre y cuando se pudiera considerar
casa al viejo camastro donde dormía. El anciano despatarrado
como un espantapájaros respiraba agitado. Con desden y después de auscultarle las pupilas, la enfermera ordenó:
-¡Urgente! ¡Liberen la cama 4!
En menos de 5`el patrón estaba conectado a una máquina que le
controlaba los latidos del corazón.
Le inyectaron suero y le colocaron una máscara de oxigeno.
-Vamos a tener que hacerle una transfusión. Conseguile un donante.  Es RH Positivo.
Serafín miró el reloj de la sala. Apenas faltaban 2 horas para el amanecer.
Sin buscarlo encontró un lugar en el banco de madera que se hallaba en
la pequeña recepción. Cabeceó varias veces. De pronto alguien le sacudió
el hombro. Un enfermero de cabello espeso y negro como el azabache
le dijo con sorna:
-El “difunto” te quiere ver.
Corrió por el angosto pasillo y entró al salón. Se acercó al patrón.
Los labios resecos del viejo se torcieron en una mueca deforme.
-No seas infeliz y andate pa` la chacra. –murmuró ladino.
Serafín sintió que las entrañas se le estrangulaban. Pegó media vuelta y
salió de allí con el corazón endurecido por la ira. Su vida entera pasó ante
sus ojos como una película en blanco y negro. Desde que lo habían abandonado
en la chacra, el patrón nunca lo había tratado como a un ser humano.
Por el contrario el abuso de poder y los agravios eran moneda corriente.
La idea apareció en su mente como un rayo redentor. No dudó una sola vez.
Como perseguido por mismo diablo,  regresó a la sala de primeros auxilios.
Buscó con la mirada la mata de cabello negro y espeso.
Se acercó hasta el enfermero. Apenas intercambiaron unas pocas palabras.
-¡Transfusión para la cama 4! –gritó el hombre a boca jarro.
La sangre corría veloz a través de la sonda. Media hora después, Serafín
se devoraba un par de medialunas calientes y un enorme tazón de café con leche.
La enfermera de guardia le había recalcado que después de donar la sangre
debía alimentarse bien.

Primero le subió la fiebre. Luego experimentó dificultades para respirar y
la presión arterial se le descontroló. Las convulsiones zarandearon el cuerpo
esquelético del patrón. Entró en estado de shock.
La hora del deceso fue declarada a las 5.04 de la mañana.
Serafín miró al anciano por última vez.
Mientras caminaba hacia la chacra, reflexionó en voz baja:
-Al fin de cuentas cualquiera puede equivocarse…
Había olvidado avisar que desde que tenía uso de razón
sabía que su factor de sangre era RH Negativo.
Vaya detalle...