Estaba cómodamente sentado en el banquillo de los acusados. De vez en cuando intercambiaba alguna que otra palabra con su abogado. Estaba tan seguro de salir ileso de aquel juicio, que ni siquiera experimentaba el lógico temor de quien en su fuero íntimo, sabe que es culpable. Es más, miraba casi con desdén a los tres magistrados que estaban a cargo de la causa.
Sólo tenía 45 años y había logrado forjar un importante imperio económico. Primero fueron las putas, luego incursionó en estafas financieras que le proporcionaron enormes réditos. Sin duda, el golpe de suerte fue relacionarse con un narcotraficante colombiano que conoció por casualidad en unas vacaciones en Santa Marta.
Lamentablemente su mujer, se negó a acompañarlo en esa nueva aventura. Era extraño, había soportado sus recurrentes engaños con las prostitutas que trabajaban para él y jamás lo había contrariado con respecto al tema de las estafas económicas.
Sin embargo, desde un principio reaccionó de manera virulenta con el tema de la droga.
A medida que el negocio florecía, las discusiones con su mujer se
convertían en batallas cada vez más encarnizadas.
La golpeaba desde hacía mucho tiempo. El caso era que últimamente
las peleas lo dejaban a él agotado y a ella en un estado físico lamentable.
-¿No te das cuenta que tus hijos pueden convertirse en tus próximos
clientes? –gritaba la mujer con la cara desfigurada tanto por los golpes
como por la rabia.
El varón tenía 10 años y la niña acababa de cumplir 6. La mayor parte
del tiempo permanecían encerrados, víctimas del terror que les provocaban
aquellas sangrientas discusiones.
Sucedió lo que se venía incubando como un virus difícil de detener.
La madrugada del 20 de agosto pasado, y después de obligarla a acostarse
con él, sus manos se cerraron en la garganta de la mujer y apretaron tan fuerte
como le fue posible.
Le quebró la tráquea en un instante.
Lo que aconteció más tarde fue una sucesión de mentiras, encubrimientos y
sobornos a granel. Buscaron un chivo expiatorio al que le prometieron una
suculenta suma de dinero si se declaraba culpable. El grupo de abogados se
encargó de organizar la parodia.
A pesar de todo, el fiscal de la causa, había presentado una serie de pruebas
que lo convertían en partícipe necesario del crimen. Por ese motivo, no tenía
otro remedio que comparecer frente al tribunal.
“Es sólo cuestión de tiempo”, pensó con la seguridad de quien se sabe intocable.
Tanto la acusación como la defensoría presentaron a cada uno de sus testigos,
sin embargo a último momento, sucedió algo totalmente inesperado.
El fiscal pidió permiso al tribunal y con voz serena, anunció:
-Un nuevo testigo quiere declarar.
A pesar de la enorme cantidad de público que colmaba el recinto, el amplio
salón se sumió en un absoluto silencio. Uno de lo jueces dio la orden para que
ingresara la persona que iba a presentar el nuevo testimonio.
Se abrieron las puertas, y un murmullo de sorpresa invadió el lugar.
Una mujer vestida con una chaqueta y falda de color gris caminaba por el pasillo
llevando de la mano a una niña de corta edad.
Los hechos se sucedieron en cámara lenta. Apenas podía contener la respiración.
Sus ojos no podían dejar de observar a la pequeña.
Sentada en el estrado, parecía un ángel sin alas. Se restregaba las manitos
nerviosamente y su inocente mirada vagaba perdida entra las decenas de rostros
que la escrutaban con curiosidad.
Cuando las pupilas de su hija se detuvieron en las suyas, tuvo la firme certeza de
que todo había acabado. Nunca alcanzó a escuchar sus palabras.
Sólo pudo contemplar con estupor, el diminuto dedo que lo señalaba.
El golpe definitivo llegó por donde menos lo esperaba.
Comprendió de inmediato que su suerte estaba sellada.
uffff.
ResponderEliminares la primera vez que uno de tus textos me hace llorar.
es implacable.
contundente.
le mató su madre, ahora ella lo mandaría lejos del mundo.
tenía 6 años... e hizo justicia!!!
un derechazo al corazón.
sos una genia mujer, los textos mejoran día a día.
es un honor leerte!!!!
Diria algo, pero la verdad no puedo......
ResponderEliminarHeavy
Querida Diana: El honor es mío. Las personas transmiten con sus palabras y sus opiniones la sensibilidad y la calidad de seres que son. Y vos sos esa clase de persona que no sólo derrocha talento, tambièn te distinguís por tu don de gente. Y Mus... otra mujer sensible si las hay... Chicas, es un gustazo conocerlas! Abrazo enorme para las dos!
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