EN LO PROFUNDO

Hacía un semestre que faenaban en las costas de Alaska,
en las gélidas aguas del Océano Pacífico.
Los potentes radares del buque nodriza habían localizado
un enorme banco de salmón y estaban en el caladero con
las embarcaciones más pequeñas.
Eran las 2 de la madrugada y la tormenta azotaba al barco
con una inusual ferocidad.
Si bien estaban acostumbrados a los constantes embates
del mar, una agitación extraña se manifestaba de modo inusual.
Los abrigos estaban empapados y apenas los protegía
del intenso frío polar.
Aquella rutina no era para cualquiera.
Las diferentes etnias conformaban un mapa humano muy particular.
Muchos amenazaban año tras año con abandonar aquel extenuante
ritmo de vida.
Ambos compartían el turno nocturno y se encargaban, junto a otros
200 hombres, de arrojar las redes en el mar.
Hacía casi un mes que no se hablaban.
Un enfrentamiento casual durante una partida de pocker, había sido
el detonante. Una palabra llevó a la otra y rápidamente terminaron en
cubierta trenzados en una salvaje pelea.
Mientras la sangre saltaba a borbotones y los puños se cansaban de
golpear, una frase lanzada al azar lo dejó momentáneamente paralizado.
-¡Me robaste la vida!
Mientras los compañeros los separaban, él descubrió en aquellas
pupilas dilatadas, una verdad que siempre había sospechado pero
que no había tenido oportunidad de confirmar.
Tesia
Los filosos cuchillos trabajaban arduamente sobre las toneladas
recogidas. Las hábiles manos preparaban las piezas de salmón para
ser saladas y luego congeladas.
Eran las 6.30 de la mañana cuando una espesa neblina cubrió
la explanada de la nave mayor. Probablemente el cansancio o
la oscuridad impidieron a los demás notar que algo extraño había sucedido.
Eran hombres extenuados, sumidos en el cansancio y en la desesperación.
Ni siquiera sintió el frío de la navaja al ingresar en su abdomen
de manera limpia y veloz. Apenas tuvo tiempo de pensar. Lo miró a
los ojos a través de un velo fino y fantasmal.
Un brillo siniestro y cruel destelló en las pupilas de quien alguna vez
había sido su amigo.
Nunca imaginó que su enfrentamiento iba a terminar así.
A la distancia, no tuvo más remedio que aceptar que subestimó
el tenaz rencor que puede anidar en el alma humana.


Ahora está en manos del océano.
A pesar de las semanas transcurridas, aún no se termina de
acostumbrar a la oscuridad que lo rodea.
Cada vez que un haz de luz penetra a través de la espesa densidad,
imagina que todavía existe una mínima posibilidad de revancha
o mejor dicho… de justicia.
Al arrojarlo por la borda, quien fuera su compañero de la infancia,
se había asegurado de que las pesas hundieran el cuerpo hasta el fondo.
Se encuentra sepultado bajo una montaña de sedimentos
y vegetación marina. Se pregunta cómo habrán justificado su ausencia.
De todas formas, ya no es importante.
Faltaba tan poco para regresar a casa y todos estaban tan cansados…
Tiene miedo, pues la madre naturaleza ha comenzado
con su trabajo habitual.
Lo único que lo aflige son sus hijos. No puede soportar la idea de
que piensen que los ha abandonado. Recordar a Tesia le lacera el alma,
que aún se aferra con terquedad a esa figura patética e informe
en la que se ha convertido.
Unos días atrás, descubrió a la distancia un grupo táctico de buceadores.
Tuvo la secreta esperanza de que lo encontraran.
Llegaron y relevaron la zona profusamente.
Merodearon un largo rato pero luego se fueron.
No estaba dispuesto a resignarse.
Quizás, la próxima vez tenga mejor suerte.