LA VIBORITA

Era espeluznante verla actuar. El patrón de conducta se repetía de manera inexorable.

Cuando divisaba a la presa, la rodeaba, embriagaba sus sentidos y luego la devoraba sin misericordia.

Martín fue su última víctima. Lo dejó en la ruina. Sus padres fueron hasta la casa e intentaron hacer justicia por mano propia. La policía logró detenerlos en el momento justo. La madre del joven subió al patrullero con un mechón de cabello que le había arrancado a la atribulada muchacha.

Cuando quedaron a solas, se abrazó a su abuela y comenzó a llorar compulsivamente.

La anciana la cobijó entre sus brazos y trató de calmarla. Sin duda su nieta despertaba la envidia más vil. La gente no perdonaba la belleza de su adorable niña.

Estaba afligida. Con el nombre tan bonito que portaba -Eva- le era imposible comprender el motivo por el cual en el pueblo se empeñaban en llamarla la viborita.