julio 10, 2010

VAMPIRO

La verdad no me molesta la mala prensa.
En definitiva, mi condición de chupa sangre la habilita. Lo que no tolero de ninguna manera es la prensa falsa. Es mi deber admitir que la farsa de “la Inmortalidad” es tan vieja como la historia de la humanidad.
Sin embargo es mi deber informarles que
voy a morir, pero les aseguro que no existen ni estacas, ni cruces, ni ajos en mi futuro cercano. Dentro de un mes cumplo 38 años y presumo que si continúo con el consumo exagerado de cigarrillos y alcohol no voy a llegar a ser anciano jamás.
Resisto los rayos del sol tan bien como las gotas de lluvia y me divierto
secretamente sorbiendo el agua bendita de las iglesias que suelo visitar.
No se imaginan la cantidad de personajes interesantes que suelo
encontrar en esos lugares…
Pertenezco a la clase media y debo trabajar de lunes a viernes para pagar
mis cuentas. Mis ojos no son rojos y mi cuerpo irradia la misma temperatura
que el de cualquiera de ustedes.
Y mi corazón late y se acelera como un caballo desbocado cuando se
acerca una mujer que me gusta.
Mi madre y mis hermanos desconocen mi condición. No pertenezco a ninguna
dinastía de vampiros y reconozco que durante muchos años le guardé un feroz
rencor a la niña que me convirtió. Fue una tarde
de invierno a la salida de la escuela secundaria. La encontré en una esquina
pidiendo limosna. Revolví en el bolsillo de mi abrigo y me acerqué para entregarle
las monedas. Después de aceptarlas, se lanzó sobre mi cuello y sorbió mi sangre
con avidez. La aparté de un sacudón y ella cayó en la vereda como una muñeca rota.
Mientras sonreía, un hilo de mi propia sangre se deslizaba por la comisura de sus labios.
Corrí asqueado hasta mi casa y me encerré en mi habitación.
Los primeros síntomas de esta “nueva sed” no tardaron en manifestarse. Mi mente
comprendió de inmediato que esto no tenía solución. O me mataba o trataba de
continuar como pudiera.
Solamente me hice una promesa. Nunca atacaría a animales ni a niños. Y les aclaro
que esta decisión nada tiene que ver con la nobleza de espíritu. Los animales me fascinan
y los niños son demasiado volubles para convertirlos. Definitivamente su carácter no está
desarrollado y son un verdadero peligro andante. Al fin de cuentas no tienen capacidad
para guardar las formas.
A lo largo de mi vida me he cruzado con unos cuantos compañeros de especie. Nos
saludamos con la mirada y seguimos nuestro camino. Evitamos juntarnos. Es un principio
de supervivencia. Nada de clanes. Solos, no somos identificables.
Siglos de existencia lo acreditan.
Deseo fervientemente que nunca se atraviesen en mi camino. Si el aroma de su piel
me atrae no voy a tener misericordia. Esa es la única verdad. La ecuación perfecta.
Mi sed y el olor de alguno de ustedes.
No me pidan explicaciones. Las desconozco totalmente.
Ahora me retiro, el abogado que capturé en las escaleras del subterráneo ya
me tiene cansado de tanto chillar.

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