agosto 21, 2010

LUJURIA

Se conocieron una tarde en el Café de las Artes. Después
de dar clases en la Facultad de Derecho, Gonzalo disfrutaba
de un exquisito café irlandés. Ella llegó unos minutos más tarde.
Eligió una mesa cercana a la de Gonzalo. Mientras ordenaba
un té con limón, se acomodó en la silla y cruzó las piernas con
premeditada lentitud.
Ese leve gesto fue suficiente para llamar la atención del abogado.
Gonzalo miró de reojo su dedo anular y decidió que era un buen
momento para que la fina alianza de oro se tomara vacaciones.
Después de todo aún no estaba casado.
Resultó que la mujer era oriunda de España. Nacida en Madrid
y viviendo en Buenos Aires sólo por cuestiones laborales.
El flash fue instantáneo. Charlaron más de 3 horas. Cuando comenzó a caer la noche, él se ofreció a acercarla hasta su casa.
Quedaron en encontrarse para ir a cenar al día siguiente. Sin duda el viaje de trabajo de su novia le daba la chance de disfrutar de este recreo con absoluta tranquilidad.
Lucía impactante. Bajó los escalones del edificio, cual modelo
de pasarela. Era una mujer realmente bella. Cuando se acercaron
para saludarse, la excitación de ambos pudo más. Sin dudarlo subieron
al departamento de la mujer. La cena quedaría para otra oportunidad.
La semana fue intensa. Gonzalo sentía que la pasión de aquella desconocida
le devoraba el alma. Sus cuerpos se entregaban lujuriosos
y un ardiente frenesí los condenaba a permanecer juntos día y noche.
El trabajo de Gonzalo comenzó a resentirse. Llegaba agotado al despacho
y cada vez le costaba más encontrar excusas creíbles cuando su novia
le reclamaba a la distancia.
Para colmo de males la mujer comenzó a interferir en su vida cotidiana
de manera preocupante. Lo llamaba a cualquier hora y si no respondía
al instante, cuando se encontraban, le montaba una escena digna de
una tragedia griega.
La gota que colmó el vaso fue cuando se presentó a buscarlo en la puerta
de la casa de sus padres. Había ido de visita y la mirada reprobadora de
su madre no dejó lugar para las dudas.
Esa misma noche decidió abandonarla. Ella pareció asimilar la noticia
de manera más que civilizada Ni una sola lágrima, Ni un sólo reproche.
Sin embargo, la última mirada logró intranquilizar a Gonzalo.
Las pupilas de la amante estaban frías como la nieve.
Salió del departamento y no pudo reprimir un suspiro de alivio
al abandonar aquel lugar.
Los mensajes de textos comenzaron a llegar al día siguiente.
Su contestador automático colapsó debido a la cantidad de llamadas
entrantes. Pequeñas notas escritas a mano eran deslizadas por debajo
de la puerta. El acoso no se limitó a su plano personal. Ni siquiera la oficina
se salvó de la sofocante persecución.
Gonzalo decidió que debía terminar con aquella locura de una buena vez.
Iba a enfrentarla y si era necesario también la iba a amenazar.
El tráfico estaba imposible en la Av. Figueroa Alcorta. Apareció de la nada.
Literalmente le arrojó el auto encima. Tratando de esquivarla, el coche se
descontroló e impacto de lleno contra una hilera de árboles. El caos fue impresionante.
La ambulancia llegó 15`más tarde. Gonzalo estaba ensangrentado y le costaba respirar.
La vio acercarse a la camilla y con una mueca cruel en los labios murmuró:
-Ay chaval… ¿Nunca te han dicho que no es prudente jugar con una mujer?

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