septiembre 27, 2010

ANGELA bajo sospecha

Hacía un rato largo que yacía acostada. Estaba tan agotada que ni siquiera se había quitado el vestido que usó durante toda la jornada. El calor le consumía por completo la energía. Llegaba a casa muy deshidratada pues como encargada de la barra en el bar del Gato Javier, tenía prohibido ingerir cualquier líquido que no fuese agua mineral. Y ella odiaba el agua.
Se restregó los ojos con cansancio y cuando estaba a punto de hundirse en un pesado sueño, un ruido extraño la sobresaltó. No alcanzó a incorporarse de la cama. Derribaron la puerta de entrada como si fuera una frágil hoja de papel. Ingresaron al cuarto tres hombres vestidos completamente de negro. Usaban lentes oscuros y tenían el cabello cortado como si fuera un cepillo. Quizás fueron los nervios que la traicionaron, pero una sonrisa histérica afloró en sus labios.
Uno de los desconocidos se acercó de manera temeraria y le dijo:
-¿De qué te reís perra?
Le revolvieron toda la casa. No dejaron un solo rincón sin revisar.
Se la llevaron por la fuerza con los ojos tapados y las manos atadas
en la espalda. Tal vez era el cansancio o quizás pensó que todo se
trataba de un sueño, pero en ningún momento sintió temor.
Más que nada experimentaba una sensación de extraña irrealidad.
La sacaron del auto en que la trasladaron y caminó a tientas.
Fue obligada a sentarse en una silla dura y con el respaldo de madera.
En ningún momento le retiraron la venda de los ojos. Por fin comenzaron
a hablar. La interrogaron sobre un tema puntual.
Querían saber sobre Alex
Esto la confundió sobre manera. En un principio pensó que todo se trataba
de algún asunto relacionado con el bar del Gato.
Pero ¿Alex?
Le pegaron un puñetazo que le hizo saltar un diente de cuajo. El sabor de
su propia sangre le provocó náuseas. Lanzó un gemido mezcla de dolor y
de rabia. Comenzó a hablar sin saber que decir exactamente. Tenía 36 años
y se ganaba la vida en la barra del bar. Precisamente allí había conocido a Alex.
Fue hace un año atrás una noche de verano. Después de tomar algunos tragos,
ella lo había invitado a su casa. Lo que pensó que había sido un buen sexo casual,
con el tiempo se convirtió en una relación bastante sólida. Nunca vivieron juntos,
sin embargo Alex pasaba varias noches a la semana en su casa del bajo.
-¿Nunca te dijo a qué se dedicaba? –ironizó uno de los desconocidos.
Ella se detuvo a pensar. En realidad hablaban poco y nada. A los dos les encantaba
embriagarse y revolcarse entre las sábanas como dos animales en celo.
Ninguno le exigía nada al otro. A veces permanecían despiertos hasta el amanecer
sin pronunciar una sola palabra. Se contentaban con el sólo hecho de sentirse cerca.
-Te vamos a estar vigilando. –amenazó una voz glacial.
A partir de ese momento, ella no volvió a vivir en paz. No siempre la vigilaba
el mismo individuo.Se iban turnando según los días de la semana. Ya los conocía a todos.
Hasta se atrevió a saludarlos con un leve guiño de ojos.
Alex no volvió a aparecer por allí. Si bien su relación no era convencional, ella había
confiado en él. En un punto sabía que a su manera, lo había llegado a querer.
Una madrugada cuando regresaba del bar pasó por el kiosco de diarios y la portada
de un periódico la dejó paralizada. En gruesas letras de molde se informaba que
el cuerpo de un agente encubierto de narcóticos había sido hallado dentro de un tanque
de agua, tres meses después de su desaparición.
La fotografía en blanco y negro de Alex se destacaba en primera plana. Salió corriendo
como una loca y al llegar a la esquina de su casa, advirtió que ya nadie la estaba vigilando.
Dio vuelta a la manzana pero no encontró un sólo rastro de sus vigiladores.
Después de varios intentos logró colocar la llave en la cerradura. Le temblaban las manos y
el corazón casi le explotaba en el pecho. Se sentó en la cocina y se sirvió un vaso de vodka.
El calor de la bebida le recorrió la garganta y la ayudó a recuperar el control.
El celular comenzó a vibrar de manera insistente. Extrajo el moderno aparato y miró
el identificador de llamadas.
-Trabajo terminado Ángela. –susurró una voz grave.
Sin poder evitarlo dejó escapar un amargo suspiro.
-Acabo de ver la noticia en el diario.
-Como siempre un gusto trabajar para usted, Jefecita.
Sonrió de manera cansada. Todo volvía a estar en orden otra vez.

3 comentarios:

  1. y creo que tiene razon en poner a Angela bajo sospecha!!!!
    XD
    muy bueno bee!!
    Saludos linda!

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  2. Joer...1 Intrigante la lectura, no he podido casi respirar..

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  3. Gracias x pasar chicas!!! Son jodidas las mujeres de mis cuentos, no? JAJAJJA!!!! Besos enormes!!!

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