DOBLE VIDA

Salió del la torre de Avenida del Libertador a paso lento. Aspiró con fuerza el aire fresco de la mañana y se dejó acariciar por los tibios rayos de sol.
Amaba pasear por Buenos Aires a principios del verano. De hecho los últimos 15 años, sólo vivía en Argentina durante la temporada estival. Los restantes 6 meses del año, su vida transcurría muy lejos de la Reina del Plata.
-¡Buenos días, señora! –la saludó galante, el portero del edificio. La mirada de admiración masculina, le provocó una breve sonrisa.
La decisión había sido tomada con absoluta frialdad. Tenía apenas 22 años cuando aprovechando el origen español de su familia, obtuvo la doble nacionalidad.
Abandonó los estudios de abogacía y se dedicó a trabajar como promotora de eventos.
El ambiente era muy variado. Los contactos no tardaron en aparecer.
Comenzó a frecuentar un circuito de alto nivel. Las fiestas privadas
florecían tan rápido como la aparición del éxtasis y la música electrónica.
De inmediato advirtió que la fauna que la rodeaba era tan variada
como poderosa. Empresarios, políticos y deportistas se relacionaban
con modelos, aspirantes a actrices y demás mujeres que tenían como
objetivo escalar en la atractiva pirámide socio-económica.
Una noche la mezcla de alcohol y cocaína casi la arroja a las garras de
un coma irreversible. De esa salió indemne, pero aquel día su historia
cambió para siempre. En la sala de emergencias le descubrieron
un embarazo de casi 3 meses de gestación.
Sólo una razón la motivó a continuar. Interrumpirlo, era demasiado
peligroso para su vida.
La propuesta de viajar a Ibiza le cayó del cielo. O del infierno.
El tema es que después del nacimiento de Jonás, puso en marcha
su ambicioso plan. Todavía recuerda la tarde en que se sentó junto a
su madre y le anunció sus próximos pasos. Iba a vivir en Ibiza durante
la temporada de verano. El trabajo que le habían propuesto era muy
redituable y no podía rechazarlo. Ahora tenía un hijo a su cargo y
a nadie que la ayudara a mantenerlo.
-¿Vas a pasar 6 meses sin ver a Jonás? –preguntó la madre con los ojos llorosos.
-Es necesario. –respondió con sequedad.
Entró por la puerta grande. Uno de sus antiguos compañeros de
Universidad se había convertido en el rey de la isla ibicenca. De inmediato
la conectó con la agitada noche española. Muchas veces la paralizaba
un temor negro y profundo. Las fiestas cada vez eran más salvajes y las drogas
mucho más duras. No era la primera ni última vez que alguien en estado de
enajenación total, caía por la barandilla de algún yate y desaparecía sin dejar
rastros en la inmensidad del mar Mediterráneo Tenía muy en claro que a
nadie le importaba el paradero de cualquiera de ellas una vez terminada la fiesta.
Regresaba a Buenos Aires los primeros días del mes de Diciembre.
Las maletas estaban repletas de regalos y de dinero fresco.
Jonás creció al revés. Educado por su abuela y consentido por su madre.
Se fueron haciendo amigos con el transcurso del tiempo. Si el chico alguna vez
sospechó de la verdadera profesión de su madre, nunca lo demostró.
 A él le bastaban los meses que compartía con aquella mujer tan especial.
Ella era una mezcla extraña de amiga y desconocida.
Lo cierto es que cada vez se le hace más difícil partir. Los años no pasan en vano
y su cuerpo y su rostro ya no pueden competir con las nuevas generaciones
de aspirantes a chicas de la noche.
A pesar de ello, sabe muy bien lo que vale. Ella es una mujer de elite.
Sin embargo, está muy cansada. Cada vez se descubre más a menudo mirando
el cielo estrellado de la isla y pensando en una sola cosa:
“¿Cuántos meses faltan para que me dejen de llamar Karen y me vuelvan a decir Señora?”