COMPáS DE ESPERA



Julio Luque y Veronique Guide


Ella llegaba alrededor de las 10 de la noche.
Él, sentado en la mesa de esquina, la esperaba saboreando un coñac.
La mujer se acercaba balanceando sutilmente su figura.
El hombre la observaba con tal fascinación, que sus ojos parecían
dos carbones encendidos.
Por fin, unidos en un abrazo sensual, comenzaban a girar en medio
de la pista de baile.
Poco a poco, el resto de las parejas, iban abandonando el lugar y
con sus cuerpos pegados contra la pared, observaban embelezados
el mágico ritual.
La mano fuerte sostenía la cintura, mientras las esbeltas piernas
cubiertas por delicadas medias de seda, dibujaban figuras
de exquisitas formas.
Apenas se miraban. En todo caso, se sentían.
El perfil de la dama se apoyaba con justeza sobre el rostro viril
de su compañero de danza. Sus cuerpos estrechamente enlazados
se desplazaban al son de la hipnótica música.
Alguien comentó alguna vez, que la singular pareja parecía
copular hechicera frente a la mirada absorta de aquel público privilegiado
que disfrutaba de sus apasionados movimientos.
Las primeras horas de la madrugada los encontraba juntos
compartiendo un par de cafés.
Y como si todo formara parte de un sueño, él la acompañaba hasta
la salida y no la abandonaba hasta que el taxi que se la llevaba,
desaparecía al doblar la esquina del cabaret.
Se quedaba un rato largo contemplando la nada, encendía un cigarro
y mientras las volutas de humo azul se elevaban hasta las estrellas,
se retiraba despacio y con rumbo desconocido.


Ni siquiera conocían sus nombres. Tampoco era necesario.
Aquel cruce de miradas fue más que suficiente.
Sus destinos habían quedado ligados para siempre.
Eran concientes de que aquella cita semanal, les garantizaba soportar
con hidalguía la cotidianeidad de su sombría existencia.
Al fin de cuentas, sólo se trataba de un breve compás de espera.