CLAUS

Eran las 9 de la mañana del 22 de julio de 1954.
Le besó la frente y le acarició la mejilla.
Él la miró con la adoración genuina de un espíritu puro e infantil.
La sonrisa resplandeciente se dibujó con la perfección de
una pincelada digna de un maestro renacentista.
-Regreso a las tres. –susurró suave a modo de despedida.
La vio caminar por el sendero y sólo la perdió de vista cuando
el auto desapareció en la pronunciada curva de la carretera.
Llegado el crepúsculo, el hombre tuvo que recurrir a toda
su fuerza para sacarlo de las escaleras del porche, lugar 
donde la estaba esperando.
Pataleaba y se debatía como un cachorro fuera de control.
Con los ojos anegados en lágrimas y la furia desatada
en la mirada, gritó a viva voz:
-¡Va a volver! ¡Ella me lo prometió!
Lo que Claus desconocía era la nota que su padre había
encontrado en la mesilla del comedor.
"No pude decirle la verdad. Él va a crecer y lo va a entender"
Con el tiempo, Claus descubrió que hay decisiones personales
que por más razonables que parezcan,
son imposibles de comprender.