junio 15, 2011
LA MOUSSE DE PEPINOS
Invierno de 1991.
Conocí a mi entonces novio a través de una compañera de facultad.
Una vez convertida en su pareja, comencé a visitar su casa asiduamente.
De a poco fui conociendo las costumbres de la familia.
Una de ellas era la siguiente.
Sobre la puerta de una enorme heladera de color marfil y en medio de
una multitud de papeles, facturas para pagar y coloridos imanes, se
destacaba una hoja tamaño carta en la que mi suegra diagramaba
el menú correspondiente a los 7 días de la semana.
Dicha lista debía ser respetada a rajatabla por la mucama.
La variedad de comidas era indiscutible. Asado al horno, milanesas
con ensaladas varias, espaguetis con salsa de champiñones…
Sin embargo cada vez que yo me quedaba a cenar, el banquete
no variaba un ápice. Una vez sentados a la mesa, el momento de
la catástrofe no tardaba en llegar.
De color verde claro brillante y de consistencia gelatinosa, la mousse
de pepinos se zarandeaba rebelde ante mis ojos. Era un engendro
inodoro e insulso que desafiaba mi frágil equilibrio estomacal.
En tanto las pupilas se me dilataban, mi suegra clavaba su penetrante
mirada y se regodeaba ante mi denodado esfuerzo por no perder
la compostura.
El ritual era siempre el mismo. Sosteniendo la cuchara que contenía
una ínfima porción de la asquerosa preparación, yo hablaba
compulsivamente con el único propósito de retrasar el crucial momento
de la ingesta. Mientras el bocado iba descendiendo lentamente por mi
garganta, mi mente se esforzaba por bloquear de manera permanente
el sentido gustativo.
Con absoluta certeza puedo asegurarles que dicha tortura se repetía
cada vez que yo me quedaba a cenar en aquella casa.
Una noche y mientras transcurría una velada organizada para celebrar
los 30 años de casados de mis suegros, una chica muy elegante y cordial,
me ofreció una copa de vino.
Conversamos amablemente un largo rato. Nunca llegué a comentarle
el vínculo que me unía a la familia. Supongo que por esa razón, durante
la charla me confió que un par de años atrás ella había sido novia
de mi prometido.
De pronto al pasar por nuestro lado, mi suegra nos dedicó una de
sus peculiares sonrisas. La chica después de devolverle el saludo,
con los labios apretados murmuró:
-Si supieras la técnica culinaria que utiliza para espantar a
las nueras que detesta…
La copa se me cayó de las manos. Fue en ese preciso momento en que
yo comencé a ver todo de color verde.
Dedicado a Paula, que en nombre del enorme cariño que nos une, soportó con estoicismo
las costumbres delirantes de mi entonces familia política. Sos lo más querida Galle!
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¡Puajjjjjjjjjjjjjjjjjjjj!¡
ResponderEliminarMousse de pepinos,de saber asquerosa.La verdad es que la suegra era muy ladina.
Tu textoe xcelente,Bee.
Mi abrazo.
PODEROSA MORGANA:
ResponderEliminarSiendo las 2.25 de la madrugada y a punto de irme a dormir, que mejor que encontrar mensaje tuyo!
Gracias por estar siempre Mor!
Se te quiere un mundo!
Besos sanadores!
¡Hay Beeeeee....!!! ¡Me hiciste revivir el momento en que mi esposa me contaba lo repulsivo que le resultaba el guiso de zapallitos que le preparaba mi madre....!!! Muy lindo Bee. Un abrazo.
ResponderEliminarjajajajajaja
ResponderEliminarbuenisimooooooo
ESTOY CON ESA SUEGRA, ¡¡¡AGUANTE LA VIEJA!!!!
JAJAJAJA
siempre digo que cuando mi bebote se ponga de novio, a la tipeja me la voy a comer en guiso de arroz y con palillos (pero que no cunda el pánico, estará lo suficiente sazonada como para que nadie se dé cuenta de que se la están comiendo!)
un besote grande GENIA!
(yo por tal motivo, intuyendo desgracias prontas, NUNCA FUI A COMER A MI SUEGRA CUANDO ESTABA DE NOVIA, a la hora de la comida miraba la hora y me hacía la apurada! jajaja)
Suegras odiosas si las hay!!!
ResponderEliminarYo le diría a tu personaje que la próxima reunión ella lleve el postre...
Bravo, querida Bee!!!!!
Mil y un besos
¿Y ella, y el resto, no lo comían? En el fondo no era tan mala si la mousse se repartía, piensa que siempre hubiese podido utilizar unas gotas de cianuro.
ResponderEliminarSaludos Bee.
Esto suena más a anécdota que a historia de ficción jaja, muy bueno Bee! Esperemos que la pobre chica pueda con la mousse y con todo lo que le eche la vieja!
ResponderEliminarCuanto se puede sufrir por no animarse a decir un "no me gusta".
ResponderEliminarTantas veces pasa. Beso Bee.
PEREGRINO:
ResponderEliminarCómo la comprendo a tu esposa, Osvaldo! Jajajaja! Abrazo cordial!
ESCARCHA:
Yo sabía que eras la hermana menor de Hannibal Lecter! Jeje!
Besos brujos, Di!
PATRICIA:
Ayyy mujer! Ni me hagas acordar!
Abrazo enormísimo!
JOSè LUIS:
Hola Bro! La mousse la servía en platos individuales... Hubiese preferido el cianuro, por lo menos sufría una sola vez!
Besos bluseros!
MISS BS:
Has dado en la tecla, amiga! Suelo escribir ficción, pero este no es el caso. JAJAJA! Quedate tranquila, finalmente no me he quedado liada a esa familia!
Besos miles, Miss!
DANY:
Es verdad Dany! Pero eramos tan jóvenes... Con el tiempo aprendí a decir "NO ME GUSTA" Eso es lo bueno de la experiencia!
Besos querido cuervo!
¡Jolin con la suegra! Y me pregunto yo... ¿se comerían ellos también ese detestable postre? Porque si tenía que ser así, mejor envenenar al hijo directamente. Me ha gustado la historia, y me ha divertido mucho.
ResponderEliminarBesos amiga.
Oye Bee... que escribes muuuy bien, en mi blog te espera algo ;)
ResponderEliminarBesos.
ANA:
ResponderEliminarGracias por pasar Anita! Sabes? Ellos lo comían sin chistar! Le temían todos a aquella mujer!
Un beso grandísimo!
SU:
Gracias por tus palabras Su! Ya estoy visitándote! Besos miles!
Bee, me hiciste revivir una historia personal, mejor ni hablar, pero es MUY parecida, sólo que nunca vi nada verde...
ResponderEliminarUn relato muy bien contado, noto una mayor fluidez y un excelente manejo de tu propio estilo.
Así me gusta, así debe ser una escritora.
Un beso enorme.
Humberto.
HUMBERTO:
ResponderEliminarGracias por tus palabras H!!! No me digas que te pasó algo similar?
Es terrible! Tenès razón, mejor ni hablar! JAJAJA! Me voy para tu blog para leer lo que posteaste.
Te dejo un beso gigante!
See you soon! :D