KING SIZE

XXS, XS, S, XM, M. L, XL, XXL…

No, no se confundan. No estoy enseñándoles a mis hijos los números romanos.

Sólo estoy tratando de memorizar las decenas de siglas que encuentro en las etiquetas de ropa cada vez que voy de compras al shopping.

¿Y todo para qué? Para que venga una mujercita diminuta, encerrada en un jean más pequeño aún y con su mejor cara de desprecio me espete sin inmutarse:

-Este pantalón lo tenemos en talle único.

Lo peor de todo, es que el bendito talle único, solamente puede ser usado por una alfeñique de la misma calaña de la odiosa vendedora.

Miro sus insignificante figura y el efecto es devastador. En mi mente mi humanidad va mutando hasta convertirme en la hermana mayor de Movy Dick. La mandíbula comienza a ponérseme rígida, los ojos a inyectarse en sangre y una ira asesina empieza a bullir dentro de mi ser.

Menos mal que en Argentina rige la ley de talles…

Indignada, observo a mi alrededor y compruebo con espanto que todas las féminas que circulan por el local, son pequeños seres infrahumanos que usan prendas casi inexistentes.

Creo que con 2 metros de tela podría vestirlas a todas ellas.

Salgo del maldito local y con renovados bríos me dedico a recorrer el shopping con el fin de hallar un pantalón a mi medida. La frustración va haciendo mella en mi ánimo, pues la misma situación humillante se repite indefectiblemente en el resto de los locales.

Mientras camino, pienso que el ideal de belleza y de salud se ha distorsionado por completo.

¿Dónde están esas madonnas típicas del Renacimiento que hacían delirar a los nobles caballeros?

Ni que hablar del renombrado Botero y sus mujeres redondas que engalanan las muestras de arte del mundo entero.

¿Y las divas como Sofía Loren o Gina Lollobrígida que enloquecían a los hombres con sus provocativas curvas?

No, ahora hay que ser lánguida. Lisa y con las piernas de un flamenco desnutrido.

Eso sí, los pechos siliconados y las prótesis en el trasero están a la orden del día, para que al menos algo de nuestra feminidad no desaparezca entre tanta delgadez insulsa.

Finalmente y con los pies inflamados de tanto andar, me instalo en una cafetería y me dedico a matar el enojo engullendo una sabrosa porción de tarta de frutillas.

Después de todo, aún soy talle M y el jean puede esperar.