LUCIéRNAGAS

Le había costado mucho tiempo forjarla. Era impenetrable, segura y lo mantenía absolutamente resguardado. Se había esmerado para que nada se filtrara. Ni una sola hendija vulneraba aquella fortaleza.

Pensó que aquel viaje sería una estación más en su cotidiano devenir. Un movimiento mecánico, tan artificial como cada una de las acotadas frases que utilizaba en el momento en el cual no tenía más remedio que comunicarse con el resto del universo.

La lancha colectiva lo dejó en el muelle cuando el sol comenzaba a caer. Llegó a la posada y se instaló en una pequeña habitación con vista al río Luján.

Después de cenar de un modo frugal, decidió que ameritaba disfrutar de una buena caminata de reconocimiento. Con pasos lentos y acompasados, rodeó la parte posterior de la edificación. El cielo límpido parecía un enorme tapiz azul profundo. Bajo un parador, un conjunto de sillas de fino mimbre lo invitaba a reposar.

De pronto y como si se tratara de un milagro, la tupida vegetación se iluminó en toda su inmensidad. Miles de brillantes lucecitas titilaban a la vez y competían con el maravilloso fulgor de las estrellas.

Apenas podía dar crédito de lo que veía. Un remolino de recuerdos se le enredó en el corazón y pronto la emoción se manifestó a través de una cortina de lágrimas.

La voz sonó suave, pero lejana.

-Son hermosas, ¿no?

Giró la cabeza y con los ojos empañados por la inesperada visión, murmuró:

-Creí que las luciérnagas ya no existían…

La desconocida sonrió con benevolencia.

-Hace mucho tiempo que huyeron de la ciudad.

La mujer se había sentado a su lado. Se la quedó observando con fascinación.

No tenía ningún rasgo destacable. Ni siquiera lo estaba mirando.

Intentaba encontrar la razón, pero no hallaba la respuesta correcta. Pensó en su armadura y dedujo que alguna pieza se estaba oxidando. De otro modo, no era posible que su corazón latiera tan alborotado.

Una sonrisa traidora se le escapó de los labios.

Aterrado y esperanzado a la vez, aceptó con súbita resignación que el indómito destino, volvía a ganarle la pulseada al boicot emocional que con tanto fervor había estado cultivando.



He estado unos días afuera. Espero que mis amigos me tengan paciencia.
Los iré visitando en breve. Buena semana para todos.
Un beso grande!
Bee.-