ASUNTOS DE FAMILIA

Después de estampar su nombre y apellido, sonrió emocionado.

Su firma no era un garabato abstracto. Por el contrario cada una de las letras estaba trazada con amoroso cuidado.

Volvió a sentirse importante. Valioso. Su hijo había vuelto a casa. Quizás esta era la oportunidad que el destino le regalaba. Nunca comprendió el motivo por el cual se habían distanciado. No era un mal chico. Detrás de aquellos ojos maduros aún podía adivinar al niño que tanto amaba.

El timbre de la puerta retumbó temprano en la mañana. Los dos oficiales le hablaron con franqueza. La acusación era severa. Figuraba como responsable de un importante fraude al fisco. Era el presidente de una sociedad fantasma. Tan fantasma que él no tenía idea de que existía.

Un escalofrío de desencanto le recorrió la espalda.

El hijo apoyó una mano sobre su hombro y murmuró entre dientes:

-Quedate tranquilo, viejo. Mi abogado te saca en un par de días.

Encerrado en el maloliente calabozo de la seccional, evocó con ojos llorosos la tarde en la que el muchacho lo visitó después de casi 2 años de ausencia.

-Necesito una firma tuya, papá. Nada importante. Papeleo de rutina…