Salvador no estaba muy seguro, pero no podía recordar si se enamoró primero de Clarita o del bigote del padre de Clarita, pues ella estaba tan fascinada con esa prolija hilera de pelos que él no tuvo otra opción que amarlo también.
Y así fue como su deseo por exhibir aquel vello –extendiéndose viril en el labio superior- se convirtió en una obsesión imposible de controlar. Grandes y poblados, relativamente delgados, con puntas hacia arriba, rectos o curvos; el arte de diseñar el bigote monopolizó muchas horas en la vida del muchacho.
Para colmo la genética no lo ayudaba. De piel blanca, la pelusilla dorada no terminaba de germinar. Mientras los amigos lucían una sombra cada día más oscura, él luchaba por destacar esa pelusa etérea casi imperceptible.
El caso se resolvió al cumplir la mayoría de edad. Salvador estaba exultante, por fin el organismo respondía a tantas súplicas: un bigote fino, con reminiscencias anglosajonas, destacaba por primera vez en su rostro.
Sin embargo los momentos de felicidad suelen sobrellevar su contrapartida: una noche la familia de Clarita se fue del barrio, despojando al sufrido mozo de presumir de su reciente estreno.
Los años transcurrieron aprisa, casi atropellados. No obstante, el paso del tiempo no logró desterrar su consecuente porfía.
La mañana era lluviosa, soporífera, aguijoneaba la nostalgia.
La mañana era lluviosa, soporífera, aguijoneaba la nostalgia.
“Pase el que sigue”, solicitó una voz femenina.
Salvador abrió la puerta de la agencia municipal sin pensar en nada, por esa razón el encuentro fue asombroso. Detrás del mostrador, la mujer rubia lo observaba con mirada perpleja. Idéntica confusión experimentaba el atribulado Salvador.
Ahí estaba Clarita, más vieja, distinta, pero ejerciendo su antiguo embrujo. Se estrecharon las manos, un gesto poco más afectuoso que el de dos desconocidos.
En un tris le resolvió el trámite. Luego lo miró fijo. Entonces frunció el ceño y sin poder ocultar su irritación o tal vez pretendiendo hacerla evidente, sentenció:
“Nunca imaginé que usarías bigote. Es tan, tan, tan…”
Salvador forzó un asomo de compostura. Fue inútil. Mientras pegaba la retirada resonaba en su mente el redoblar de aquellas implacables campanadas.
Tan, tan, tan, excelente!!!
ResponderEliminarGracias, Leo!!! Abrazo!
EliminarPruebo otra vez porque no se editó el comentario anterior, no se si es porque le pusiste moderación. Te decía que uno se pasa la adolescencia añorando la aparición de la barba y luego la odia el resto de su vida, por lo menos es mi caso. Bueh, por lo menos la situación de este pobre hombre está al alcance de sus manos... ¡Feliz regreso! Abrazo
ResponderEliminarEste Blogger es todo un tema. Fui a revisar la configuración de comments y no figuraba la moderación de los mismos... Gracias por estar siempre. Abrazo, mi amigo.
EliminarEstas cosas me gustan, BeeBee, todo es materia literaria, hay que encontrarle la vuelta, pero se puede decir todo, incluso hacer sonar un tan tan en la cabeza de los lectores con total libertad.
ResponderEliminarNo importan los tiempos, importa el resultado.
Parabéns, minha querida.
Vamos lá, vamos em frente!
HD
Si supieras cómo llegó la historia! Todo es materia de "cuento" ;-) Ya revisé los tiempos, creo que ya está en orden.
EliminarThanks a lot, my dear! xxx
Tal vez por ser portador de un cepillo canoso, un tanto anicotinado y desprolijo, puedo empatizar con Salvador, pero hasta ahí nomás. Yo me lo dejo porque soy jetón, no tan, pero tan Kniche! Andá Salvador, hacete una tirada de cola ya que estás! Abrazo y felicitaciones por la performance de los fortineros. Nosotros ni siquiera podemos ganarle a Quilmes de local. Beso grande...Upa, ¿y ese puntito rojo en tu frente?...
ResponderEliminarJejeje!!! Jetón y Matador!!! Segimos con el puntito rojo??? No seas rencoroso, Pepe! Mirá que te taladro la oreja otra vez, eh!
EliminarBeso grande y gracias por el apoyo al Fortín!
Perfecta descripción de lo que ocurre a un aferrado a proyectarse en un ideal que no le queda.
ResponderEliminarEstá como el chiste del que para impresionar a la mesera dejaba casualmente las llaves que tenían el escudo del Ferrari, y llegada la compasión le dicen: Mira, si quieres vacilar con las llaves del Ferrari, primero quítate los pasadores de la bicicleta que traes en el pantalón.
Lo he leído un par de veces, me ha gustado especialmente.
EliminarNo fallas ni por los pelos, te felicito again my sis.
Jajaja!!! Me encantó el chiste!!! Un abrazo, Carlitos!
EliminarSERGIO: Muchas gracias, bro!!! Es tierno y no maté a nadie, has visto? Muchas gracias, my dear!
EliminarLos bigotes dan para muhco, ahí lo dejo...
ResponderEliminarJajaja!!! Es verdad, Jordim! Un saludo cordial!
EliminarGran relato Bee!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarabrazos amiga
Muchas gracias, Diana querida!!! Abrazo embrujado!
EliminarNo sé si gracias a esos pelos se salvó Salvador de una irritable y sentenciosa Clara, o si fue Clara quien al verlo tuvo en claro que Salvador era insalvablemente un bobo. En cualquier caso, ¡me encantó el cuento!
ResponderEliminarSalut, Borjas Bee.
Jajaja!!! En cualquier caso, me encanta que le guste el cuento, estimado Rob. Es un placer tenerlo por acá. A su salud!
EliminarMuy divertido, Bee! Me gustó todo, pero el primer párrafo es buenísimo!!
ResponderEliminarjaja, pobre Salvador...
Cariños
Muchísimas gracias, Betina! Confieso que el primer párrafo era determinante para marcar la historia. Había que esforzarse y sacarlo lo mejor posible. Un beso enorme.
EliminarSí, la primera frase es definitiva (se enamoro de Clarita, del bigote de su viejo y de él mismo). Luego el tiempo nos cambia, como las modas. Pobre Salvador, sin criterio propio, ¡qué desolación!
ResponderEliminarAbrazos Bee
Ahí está la clave, Antonio: sin criterio propio. Abrazo fuerte!
EliminarQué lástima cuando estamos obsesionados con conseguir algo y después el resultado no es el que esperábamos... Pobre Salvador. Un besote!!
ResponderEliminarHola, Flaca! Cuánta razón tienes! Los resultados negativos suelen ser decepcionantes. Besos, guapa!
EliminarSiempre anhelamos lo que otros tienen y cuando al fin lo consigues alguien llega a través del tiempo para decirte que tanto esfuerzo y ansia no ha servido para nada.
ResponderEliminarPorque ese tan,tan... es para dejarte sin pelos en el bigote jajjaj!
como siempre un placer disfrutar de tus relatos.
besos de gofio.
Jajaja!!! Me gustó mucho el comment, Gloria! Muchas gracias y besos porteños para tí!
EliminarLo peor de este asunto es que cuando uno decide que se va a afeitar el bigote después de mucho tiempo de usarlo, percibe que tiene cara de estúpido. Eso no tiene remedio, y la sensación dura varios meses.
ResponderEliminarMuy bueno.
Un saludo.
Don Yoni! No crea! Muchos se esconden tras el bigote y resulta que cuando se lo sacan tienen un rostro muy agradable. ;-)
EliminarSaludos cordiales, mi amigo.
Pobre tipo que se dejó avasallar por un bigote. Me has hecho recordar aquellos tiempos que todavia era un chavito. Añoraba tener barba y bigote y me rasuraba todos los días. Cuando me salió no fienes una idea de lo que me jode el tener que afeitarme todos los días.
ResponderEliminarEl relato es muy bueno Bee.
Carlos
Jajaja!!! Suele suceder , Carlitos! No hay hombre que no me diga lo pesado que resulta rasurarse todos los días!
EliminarUn abrazo fuerte!
Un relato con humor, me gustó la historia, los bigotes como los anteojos de sol siempre ocultan algo tan..tan...
ResponderEliminarSaludos, BEE!!
Hola, maestro! Es verdad, creo que son máscaras para protegerse, Y bueh, cada uno hace lo que puede! Abrazo, Edu.
Eliminar¡Muy bueno, Bee! No se puede conformar a todos, esa es la conclusión. Y si uno está contento con lo que le ha dado la madre natura o con lo que se procuró por sí mismo -cultivando los bigotes como a plantitas, en el caso de Salvador-, no debería tener ninguna importancia que una Clarita lo encuentre tan, tan tan...
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Es que ese tan, tan, tan creo que todos lo hemos recibido en algún momento de nuestra vida. Lo importante -como bien decís- es saber quien es uno sin importar lo que digan los demás. Besos miles.
Eliminaruno es a veces como su amada le reclama, a mi me pidieron barba y es lo que ahora visto, Aunque visto lo visto, estoy temblando ante el repique de campanas...sorprendes siempre por tu ingenio y tu capacidad para llevarnos de la mano por tus aventuras y desventuras memoriosas en cualquier caso,,,como mi amigo Funes, Yn beso Bee
ResponderEliminarJajaja!!! Jose, con conocimiento de causa lo digo: tu chica nunca va a arrepentirse de ese pedido ;-)
EliminarBesos porteños, guapo!
Me parece un cuento, para no variar, magnífico, tanto el principio como el final, de lujo Bee. Es un verdadero placer leerte siempre. Te mando un abrazo y te deseo feliz fin de semana...
ResponderEliminarMuchísimas gracias, amiga querida! Viniendo de tí, este comment es una alegría infinita. Mi cariño siempre y feliz semana!
EliminarNada que ver el respetable bigote paterno con el de un admirador. Se le estuvo bien a Sebastian.
ResponderEliminarMagnífico relato. Bien elaborado y genialmente culminado.
Un abrazo.
Muchas gracias, Chema! Es un gusto recibirte por aquí. Un abrazo!
EliminarEstá claro que la creatividad y el ingenio está hasta en el bigote. Eres una excelente narradora, enhorabuena.
ResponderEliminarUn abrazo con sol
Muchas gracias por tus generosas palabras, Socorro. La idea es escribir y disfrutar del momento.
EliminarAbrazo también con sol!
Muy grande el final, eres una artista de las palabras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Jon! Eres muy amable. Ojalá pueda entretenerlos siempre con mis historias.
EliminarAbrazo para tí, amigo!
''tan, tan, tan''...jajaja, lo bueno es que ya no lo hacía por ella sino por gusto propio, es lo que tiene cumplir años, seguro que la decepción fue pasajera esta vez.
ResponderEliminarGracias, Bee.
Un besote.
Jajaja!!! Espero lo mismo, Sete! Otro beso para tí, amiga!
EliminarNada hay que se pueda hacer contra algunos destinos... Y por otra parte ¿qué hay mejor que cerrar los procesos que quedaron abiertos? Pienso que retratas con maestría eso que en los humanos resulta carambolesco, causal o casual... La vida es un compendio de todo ello y el bigotes sólo tenía que pasar una página, para reafirmarse...ya sin influencias externas. Genial as ever...muakas.wapa.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mel! Me gusta narrar las historias desde costados impensados. Forma parte de la diversión que me provoca escribir. Otro beso para tí, guapo!
EliminarLos atributos del poder son nuestras debilidades. ¿Hace falta un bastón presidencial? A poco que lo pienses, qué pavada.
ResponderEliminarFernando: tus reflexiones son para ponerlas en un cuadro. Saludos cordiales, mi amigo.
EliminarYo venía a comentar el anterior ... este es tan, tan ...
ResponderEliminarY ya sabes, imposible no imaginar a un Dalí jovencito y obsesionado, coqueto equilibrista en un andamio de bigotes imposibles.
un abrazo Bee :)
Y que lo digas, Ishtar! Oh, Salvador! Un equilibrista del Arte. Otro abrazo, guapa!
EliminarLlamándose Salvador y hablando de bigotes el genial Dalí no tenía parangón.
ResponderEliminarUn saludo, Bee.
Coincido contigo, Jose! Tremendo artista! Abrazo fuerte!
EliminarA la larga, todos y todas lucen espléndidos bigotes.
ResponderEliminarEs cuestión de tiempo.
Y lo espléndidas que quedamos las féminas!!! Beso grande, Xavi!
Eliminar!!!Hay BB que hermoso escrito!!!!!
ResponderEliminarfacil de leer...
ameno ....
Y lo disfruto
mientras como yogurt con granola y miel
Mil besos escritora
Muchas gracias, Mireya! Es un placer cuando lo que una escribe es recibido con gusto. Y ahora me dio hambre. Voy por un chocolate!
EliminarBesos porteños, guapa!
Buenísimo, no te hubiera pensado navegando por los lares de la comedia y el romance, y aún así, aquí estás, impecable!. El relato me hace recordar mucho al antónimo de una frase que digo siempre: "Soy así, tómame o déjame", el cambiar por o para otro no tiene sentido, tarde o temprano los gustos cambian o uno se cansa de hacer lo que no le place. Te adoro, bella!
ResponderEliminarMuchas gracias, mi reina! Estoy con el objetivo de bucear en sitios que me resulten un desafío y si sale bien... Mejor!!! ;-) Estoy de acuerdo absolutamente con lo que decís: Uno es lo que es, y al que no le guste, pues a llorar a la iglesia! Jajaja! Yo también te quiero, mujer linda!
EliminarMuy bueno.. sobretodo el final. Me gusta como escribis!
ResponderEliminarTe dejo un beso grande!
Muchas gracias, Karu! Un gusto conocerte. Otro beso para vos.
EliminarMe hiciste reír mucho. Ah! Clarita, tan... tan, y el otro que le hizo caso.
ResponderEliminarUn beso, Bee.
Jajaja!!! El otro es un mentecato, Sara! Caramba! Un poco de personalidad! ;-)
EliminarBeso, guapa!
Descubro tu blog a través del de Mucha, y me gusta, me quedo por aquí leyéndote.
ResponderEliminarUn saludo.
Un placer conocerte, María. Bienvenida! Otro saludo para tí.
ResponderEliminarHola, Susana:
ResponderEliminarVengo de la Bitácora de Macondo a conocerte y posiblemente a quedarme un rato, por suerte uso bigote.
Abrazos.
Bienvenido y espero que te sientas cómodo, Rafael! Y estupendo como luce tu bigote!
EliminarAbrazo!
Hablando con claridad, no me aclaro. Claramente, no queda claro que Clarita tenga también bigote. ¿Me lo aclaras?
ResponderEliminarAbrazos, siempre
"No aclares porque oscurece", decía mi abuelita... Jajaja!!!
EliminarAbrazo fuerte, amigo!
Los bigotes como fuente de embrujo. No puedo afirmar que Clarita tenga bigote, pero en la oficina municipal sostienen que su lucha por controlar los pelillos del labio no cesó hasta que en la ciudad se instaló un centro de depilación por lásser. Pero igual son habladurías. :-). Con tu permiso, me quedo por estos lares.
ResponderEliminarUn beso.
Jajaja!!! Me he matado de risa, Alba! Centro de depilación láser! Genial! Un placer que te quedes por aquí. Beso porteño!
EliminarPobre, tanto trabajo le costó que jamás pensó en la otra persona, en su opinión... Así somos los seres humanos, cabezotas y despreocupados de los demás.
ResponderEliminarSaludos
Tú lo has dicho, Nel. Cabezotas! Un beso para tí!
EliminarBee, he leído algunos de los textos que tienes y la verdad es que me resulta muy atractiva tu manera de escribir. Muy bueno este del bigote, que injusta es la vida, después de que Salvador pasa tantas penurias por conseguir un buen bigote, Clarita ni lo aprecia. Que conste que entiendo a clarita, no me gustan los bigotes.
ResponderEliminarAyer leí un texto que me gusto mucho, hablaba de un colegio de monjas y ahora no puedo encontrarlo ¿me podrías decir cómo puedo llegar a él?
Besitos
Muchas gracias, María Rosa. Eres muy amable! A mí tampoco me gustan mucho los bigotes! Los caballeros bien rasurados, si!!!
EliminarTe paso el link del relato del colegio de monjas:
http://beeborjas.blogspot.com.ar/2011/01/castidad-prueba-de-balas.html
Copia el link en Google y llegas directo a él.
Besos para tí, guapa!
María Rosa: Muchas gracias por tus palabras en la bitácora de Macondo. Cuando puedas vuelve, pues te he dejado allí un comentario para tí. Abrazo enorme!!!
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