agosto 21, 2010

SERIAL KILLER

“Los asesinos en serie no distinguen el límite entre el bien y el mal. Su incapacidad para experimentar emociones es semejante a la que le ocurriría a una persona normal frente a la muerte de un insecto.”
H. Hartmann



Se sirvió una taza de café y encendió el televisor.
Faltaban apenas 5`para que empezara el noticiero de
la medianoche. La espera le provocaba una perversa
excitación. Su derrotero criminal parecía una película de
terror que disfrutaba sentada frente a la pantalla de su
nuevo plasma. Las agencias de noticias se hicieron eco
de su macabro plan de exterminio desde hacía un par
de semanas. Era evidente que las aves de rapiña periodísticas no podían pasar por alto la serie de espeluznantes crímenes que azotaba la zona sur de la provincia. Los cuerpos aparecían desmembrados y con signos de haber padecido una lenta e impiadosa tortura.
Las enormes bolsas negras que guardaban la horrorosa carga comenzaron
a formar parte del inconciente colectivo. Los vagabundos de la zona ya no
hurgaban en la basura por temor a encontrar restos de alguna posible víctima.
Las opiniones de los especialistas se repetían a lo largo del día y trataban de
explicar algo que sin duda alimentaba el morbo popular.
Afirmaciones tales como “Es un hombre de alrededor de unos 30 años”, o
“Con seguridad comenzó a mitigar su sed de sangre, torturando y matando
animales” le provocaban una sensación de íntimo placer.
Sin embargo, una declaración específica fue la que detonó su ira.
“Afirman los criminólogos que esta persona sufrió una serie de abusos durante
su infancia, probablemente inflingidos por sus propios padres.”
El rostro angelical de la periodista se grabó a fuego en su mente.
¿Cómo se atrevía a aseverar semejante infamia? Lidiaba tranquilamente con
la mayoría de las necedades que los medios comentaban, pero no podía soportar
que mancharan de esa manera el honor de su familia. Su madre había sido una
verdadera santa y su padre trabajaba 16 horas al día con el único fin de llevar
algo de comer al hogar. ¿Tan extraño les resultaba comprender que le encantaba jugar?
Jugar a ser Dios o el Diablo, como ustedes prefieran.
Cada vez que sometía a una víctima, una potente energía se apoderaba de todo su ser,
embriagando sus sentidos hasta casi perder la razón Le fascinaba la forma en que
la miraban en el momento crucial. Tenía la plena certeza que en el minuto final
su rostro era apreciado de manera muy distinta a la habitual.
Sus ásperos rasgos le daban un aspecto casi caballuno y sus negros ojos parecían
dos pequeños botones oscuros. Había heredado la estatura monumental de su madre.
A los 13 años ya alcanzaba el 1.85 y el tamaño de sus manos era llamativo.
Podía cargar una media res sin inmutarse. Las extenuantes jornadas en el frigorífico
donde trabajaba junto con su padre le habían otorgado una experiencia muy útil.
Sospechaba que por esa razón, los criminólogos supusieron que ella era un varón.
Se necesitaba de mucha fuerza para realizar una tarea tan “artesanal.”
La cortina musical del noticiero la devolvió a la realidad. El martes pasado habían
encontrado el último cuerpo. Pertenecía a un ingeniero que trabajaba para el gobierno
de la ciudad. Cinco personas muertas en menos de dos semanas. Un agente de viajes,
una joven que trabajaba en una tienda de ropa, el dueño de un negocio de lotería y
un turista alemán que había llegado al país hacía un par de días. Las autoridades aún
no habían podido descifrar el hilo conductor que unía a las víctimas. Se río con los
dientes apretados. Conjeturas, conjeturas y más conjeturas. Eso era todo lo que tenían.
La desaparición de la joven periodista del noticiero central fue informada casi al final
de la edición. Esa era la noticia que estaba esperando con ansiedad desde el comienzo
del programa. El rostro de ángel de la mujer volvió a aparecer en la pantalla.
Se desconocía el paradero de la chica y solicitaban cualquier información que
ayudara a encontrarla.
Estiró sus largas piernas y se incorporó de un salto. Pese a su notable corpulencia,
era llamativa la agilidad que tenía. Lentamente bajó los escalones que la llevaban
al sótano de la antigua casa. Presionó el interruptor y la débil luz de la lamparilla
apenas iluminó un pequeño sector del lugar.
Hacía más de 4 horas que la mantenía esposada. Estaba amordazada y tenía los
párpados hinchados de tanto llorar. La miró con el horror pintado en la cara.
Ella suspiró y se aproximó a la mujer. Ambas quedaron frente a frente.
-Debo admitir que no estabas en mis planes. –aseguró con franqueza.
Sabía que este arrebato podía acarrearle consecuencias inimaginables. Si embargo
ese detalle no le preocupaba en absoluto.
La miró por última vez y su voz casi fue un susurro.
-Las personas son esclavas de sus palabras No puedo permitir que manches
la memoria de mi familia...
El feroz ruido de la sierra eléctrica apenas pudo mitigar el terrible grito de espanto.

4 comentarios:

  1. BEE!!! RECIEN VEO TU MENSAJE EN LIBOOK!!!!
    ME ENCANTA TU BLOG!!!!

    Cuanta sobriedad... cuanta exquisitez en la forma de narrar... cuanta oscuridad en esas emociones!!!!

    Felicitaciones mujer!!!

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  2. Excelente Bee, por rastrera y mala hablada le pasa eso, muy bueno el relato. Brazos.

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  3. Si es que, aunque sea una asesina en serie, una tiene su corazoncito...

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  4. La oscuridad del mal que todos cobijamos, de una forma más o menos transparente.

    Buen post. Un abrazo.

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