septiembre 11, 2010

VAMPIRE AFFAIRE

La conoció casi 3 años después de haberse mudado a aquel edificio. Para él que ya transitaba su tercer siglo de existencia, aquel período de tiempo le parecía relativamente corto. A pesar de su vasta experiencia, le costaba comprender y adecuarse a las costumbres de los mortales.
Su vida se limitaba a un sólo verbo: FINGIR.
Vivía pretendiendo ser. Simulaba vivir de un modo absolutamente común. Sin embargo, los vidrios de su departamento estaban polarizados, la heladera se hallaba vacía y su teléfono no sonaba jamás. Si bien había logrado crear una minúscula corte de seres que le servían ciegamente, la soledad era su constante compañía.
Su última amante terminó bajo sus garras después de haber
descubierto su identidad y de amenazarlo con divulgar su peculiar condición.
Lo cierto es que todo cambió la noche en que la vio por primera vez. De inmediato supo que no se trataba de una joven cualquiera. Por el contrario, el aroma de su sangre no le cegó los sentidos. Ni siquiera su cercanía le provocó el conocido frenesí de posesión que lo consumía desde hacía una eternidad.
El encuentro se produjo en la puerta del ascensor. Ninguno alcanzó a subir al mismo.
Se miraron y sonrieron ante la torpeza que habían compartido.
Le llamó poderosamente la atención la blancura de su piel. Parecía de porcelana.
El azul pálido de sus venas se podía apreciar a simple vista. Su cabello era negro
como el azabache y los ojos más oscuros aún. Inesperadamente, le tendió la mano
y dijo:
-Me llamo Francina.
Esa noche terminaron en un bar cercano al edificio. Conversaron durante horas.
Fue la primera vez que él olvidó sus ansias de sangre. Quizás la confesión de la
mujer lo había dejado tan asombrado, que apenas pudo recordar que debía alimentarse.
Francina no era una persona común. Desde que había nacido padecía
una enfermedad que le impedía exponerse al sol. El mínimo roce de luz sobre
su cuerpo podía llegar a dejarla en carne viva.
Su piel no resistía ninguna clase de exposición diurna.
-Esto me convierte en una criatura de la noche… -comentó irónicamente la muchacha.
A él, aquella afirmación no le causó ninguna gracia. Cuando ella comenzó a
preguntar sobre su vida, repitió de manera elegante las mentiras de siempre.
Antes que las primeras luces del amanecer aparecieran en el horizonte,
ambos regresaron al edificio.
Se despidieron con la promesa de volverse a ver. Ella se acercó suavemente
y le besó la mejilla con timidez.
Ya nunca pudo sacarla de su mente. Estaba obsesionado con aquella mujer
tan especial. El destino parecía haberla depositado frente a él con algún
propósito desconocido. ¿Cuántas personas podían compartir su mortalidad
ante la luz del día? Sólo los de su raza. Sin embargo ella era diferente.
De manera sorpresiva, la ilusión regresó a su vida.
De manera premeditada, ocultó la existencia de Francina. Ningún integrante
de su clan conocía a su secreta amiga. Cada noche y después de salir a cazar,
tocaba la puerta de aquella mujer y pasaban horas conversando y disfrutando
de su mutua compañía.
La tensión sexual no tardó en aparecer. Finalmente, el deseo pudo más que
las dudas y a partir de ese instante, sus encuentros se convirtieron en una
sucesión de momentos de pasión y sexo frenético.
Comprendió que necesitaba a Francina tanto o más que la sangre que le calmaba la sed.
Era necesario tomar una determinación. No soportaba continuar con aquella farsa.
Debía hablar con ella y confesarle la verdad. Aprovechando unos días en
que la mujer estuvo ausente, dedicó todo su tiempo para encontrar las palabras
apropiadas que lo ayudaran a relatar su maldita historia.
Las horas previas al regreso de Francina, casi no pudo descansar. Pensó que lo
mejor sería ir de cacería y distender un poco la mente.
Avanzó hasta la esquina del edificio y se dirigió hacia el viejo estacionamiento
donde solía encontrar a muchas de sus víctimas. No estaba sólo. A la distancia
descubrió a uno de sus sirvientes alimentándose con glotonería. El vampiro al notar
la presencia de su amo, abandonó rápidamente a su presa.
La reconoció de inmediato. El vestido de la mujer se alzaba sobre sus piernas.
Los muslos blancos y tersos estaban surcados por los suaves hilos azulados
de sus venas. El cuerpo desangrado de Francina, yacía inerte en medio del sucio lugar.
El dolor y la furia no le permitieron detenerse No tardó más de un segundo
en quebrar el cuello del sirviente y estrellar su cabeza contra una pared.
El amasijo fue bestial.. Sin embargo, él sabía que todo aquello era inútil.
Enceguecido por la pena y el espanto, huyó de allí tratando de dejar aquella
tragedia atrás.
Permaneció toda la noche oculto en un prostíbulo cercano. La dueña del lugar
era una de sus serviles adoratrices. Las primeras luces del alba lo encontraron
sentado junto a la ventana, observando inmutable el amanecer.
Cuando las campanas de la iglesia de la Merced dieron las 12, él suspiró
profundamente y abrió la puerta de salida.
Sin dudar, dio un paso hacia la luz del mediodía. Su muerte era una ofrenda.
Todo sea en honor a Francina.

1 comentario:

  1. pensé que odiaba las historias de amor!
    esta me ha dejado la piel erizada.
    hermoso!!!!

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