Jack estaba orgulloso. A pesar de la mala reputación que tenía su oficio, él estaba feliz de honrar la tradición familiar. Su abuelo, su padre y por supuesto él mismo, eran los ejecutores más eficaces de Inglaterra. Debido a que la profesión estaba tan mal vista, los matrimonios se realizaban entre familias de verdugos. Con seguridad alguno de sus hijos continuaría con el legado.
Aquella mañana, Jack se levantó muy temprano. Su mujer Maggie, era la única que estaba levantada. Un brillo de admiración asomó en sus ojos. Le señaló la ropa que estaba prolijamente acomodada sobre uno de los bancos de la cocina.
Las prendas de cuero yacían lustrosas mientras la capucha negra
esgrimía su ferocidad oscura y letal.
Había sido elegido entre los mejores verdugos del reino. Y hoy lo
iba a demostrar. El viejo Tom se encargaría de dos de los traidores
y a él le correspondía el otro par. Si bien Tom debía decapitar a dos
nobles, él, a pesar de ocuparse de un vulgar mozo de cámara también
tenía la oportunidad de ajusticiar nada más ni nada menos que al hermano de la Reina.
Salió de la casa e inhaló el aire fresco del amanecer. Amaba aquel
momento en particular. Mientras afilaba con devoción la bella espada que
cortaría la cabeza de George Bolena, miraba de reojo y con desdén la
vieja hacha que acabaría con la vida del sirviente traidor.
En aquellos tiempos bárbaros morir decapitado por el filo de una espada,
era el único honor al que podía aspirar un condenado.
La hora de la ejecución había llegado. La multitud se arremolinaba alrededor
del patíbulo. Aquella práctica sanguinaria era considerada por la plebe,
un verdadero espectáculo circense. Si el verdugo no era un experto, la ejecución
se prolongaba a base de repetidos intentos de cercenar el cuello de la víctima.
El show era dantesco. El sufrimiento de la víctima no hacía más que incrementar
la sed de sangre de la población.
Los redobles de los tambores anunciaron el comienzo de la faena. El viejo Tom
acabó con la vida de los nobles en pocos minutos. Como la ejecución era al estilo
francés, ambos acusados fueron decapitados arrodillados y en posición vertical.
Jack se calzó la capucha y antes de subir a la tarima, buscó ansioso a toda su familia.
Maggie junto con los niños se apretujaba entre la muchedumbre. Su madre y su padre
habían logrado ubicarse en un sector preferencial.
La cabeza de George Bolena se desprendió del cuerpo con un sólo golpe de espada.
Los gritos y vítores de la gente aturdieron a Jack. Era su momento de máxima gloria.
Por esa razón, ajusticiar al mozo de cámara del rey Enrique VIII iba a ser menos
que un trámite.
Lo vio subir por la escalinata escoltado por 4 guardias reales. Tan sólo tendría 18 años.
Estaba golpeado y apenas podía caminar. A pesar de haber sido torturado hasta
el delirio, él fue uno de los que se mantuvo firme en su declaración. Se rehusaba a
aceptar que había mantenido relaciones íntimas con la reina Ana.
El valiente muchacho moría clamando su absoluta inocencia.
Su condición de sirviente lo condenaba a morir decapitado por un hacha.
Antes de apoyar la cabeza sobre el tronco, el alarido desgarrador de una mujer
estalló entre la multitud. Fue tal la conmoción, que Jack no tuvo más remedio que
mirar el lugar de donde había provenido el grito.
Sus ojos se encontraron con los de la mujer y la euforia que lo embargaba se evaporó
en menos de un segundo.
A pesar de los años transcurridos, aún podía reconocerla con total claridad.
Su cabello dorado y abundoso caía como una cascada sobre sus hombros.
Ella había sido su primer amor. La joven por la cual en el florecer de su juventud,
casi había perdido la razón y el futuro.
Con los ojos enrojecidos por el llanto, hizo un leve gesto que a Jack lo dejó demudado.
Sin dudarlo y ante el asombro de todo el pueblo, arrojó el hacha sobre el patíbulo
y después de limpiar con sumo cuidado la espada que había matado a George Bolena,
se acercó hasta el muchacho y lo ayudó a arrodillarse.
El mozo lo miró con expresión desconcertada.
Nadie comprendía el motivo por el cual un vil sirviente iba a morir como un noble.
El golpe de Jack fue más que preciso. Tras las hendijas de aquella intimidante capucha,
se escondía el pesar de un hombre que por las extrañas jugadas del destino y con espanto,
vio rodar por el patíbulo la desmembrada cabeza de su hijo natural.
TREMENDO!!!!
ResponderEliminarEXCELENTE!
IMPECABLE... SE PODRÍA DECIR QUE REALIZADO CON UNA ESPADA.
SALUDOS MUJER!!!!
(primera en comentar, jeje)
JAJAJA!!! Me explicás como diablos hacès para comentar primera? JAJAJA!!! Gracias x los elogios! Encima vienen de parte de una de mis escritoras preferidas... Ahora sí me voy a dormir feliz y contenta! Abrazo de osa!
ResponderEliminarMadre mía, no me esperaba ese final! Pensaba que no le cortaría la cabeza....Ironías del destino...
ResponderEliminarMuy bueno Bee (Arg.....maldito desfase horario, lo conseguiré! Algún dia volveré a ser la primera hahahahhaha ^^)
Jajaja!!! Gracias x el comment Musa! En verdad, esto del desfase horario está conspirando contra ti!!! Un beso enorme!!!
ResponderEliminarImpecable en la escritura y en el desenlace final, digno de sorprender y al tiempo hacer que los ojos se cierren al imaginar la escena.
ResponderEliminarUn saludo querida amiga
Què alegría recibir tu visita Miguel! Muchas gracias x el comment. Me enorgullece que te haya gustado! Un abrazo enorme!
ResponderEliminarMe perdí por el camino de las palabras mudas hasta llegar a este rinconcito agradable. Escalofriante historia, me ha encantado. Ello demuestra que todo ser tiene sentimientos a pesar de su oficio. Quiero decir que el oficio que tengas no tiene por qué cuajar contigo.
ResponderEliminarMe ha encantado. Siniestro a más no poder :D
Besos gélidos
Bienvenida a casa Ikana! Un placer conocerte! Muchas gracias x tu comment! Voy a chequear tus blogs, da mucho gusto encontrar nuevos sitios donde disfrutar de historias originales! Besos Brujos amniga!
ResponderEliminarPerforaste mi cerebro y tiraste un cuete, la intención de regalarte un camión de osos de peluche y un abrazo MBee.
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