Yacía parapléjico en la cama de un hospital.
Su cuerpo se hallaba paralizado desde el cuello hasta los pies. Cada uno de sus millones de nervios eran incapaces de experimentar una mínima reacción.
Una noche, después que le suministraron la medicación cotidiana, algo diferente sucedió.
La habitación estaba en penumbras. Por primera vez en 8 meses, sus sensores nerviosos lograron percibir la presencia de algo extraño.
¡Podía sentir!
Primero se sorprendió. Hasta llegó a esbozar una leve sonrisa. La alegría fue más que efímera.
De pronto en la oscuridad del cuarto, sucedió algo descabellado.
Un cuerpo pesado pero ágil se deslizó lentamente a lo largo de su humanidad.
Abrió los ojos y lo vio. Quiso gritar, pero recordó con espanto que el habla
era otra de sus capacidades perdidas.
La repulsiva bestia parecía una babosa de dimensiones exorbitantes.
De piel escamosa, el animal brillaba bajo la luz mortecina del tubo de luz.
La desesperación iba ganando la partida.
El monitor que controlaba su ritmo cardíaco comenzó a chillar ruidosamente.
La cabeza del engendro se acercó hasta su rostro. Tenía los ojos amarillos y
las pupilas eran dos hendijas negras y opacas. El monstruo alargó una lengua fina
y de color púrpura y le entreabrió la boca.
Horrorizado, no pudo evitar que aquella criatura se colara dentro de su garganta
y comenzara a transitar libremente por su sistema digestivo.
Las arcadas comenzaron a aparecer como un inevitable acto reflejo.
Una enfermera entró minutos después. Él la miraba con la repulsión pintada
en la cara. El intruso, como si hubiese adivinado la presencia de aquella mujer,
se quedó súbitamente inmóvil dentro del estómago del paralítico.
La enfermera lo inyectó y le estabilizó las pulsaciones. Lo miró a los ojos con
amabilidad y dijo:
-Espero que ahora pase una buena noche.
A solas con esa bestia asquerosa dentro de su ser, se preguntó si aquello
estaría relacionado con su oscuro pasado.
Gracias a su dinero y a sus contactos, había logrado sortear un proceso penal
que se le había iniciado por comercializar alimentos en mal estado que provocó
la muerte de 8 niños.
Dicen que los seres viles tienen menor tolerancia al horror que las personas
nobles de espíritu.
Sin duda y en nombre de la Justicia Divina, este era uno de esos casos.
Aterradora historia con una gran paradoja final, me encantó Bee.
ResponderEliminarUn saludo
AAAAGGGGG QUE ASCOOOOOO!!!!
ResponderEliminarMUY BUENOOO
el final impecable!
SALUDOS BEE
(no soy primera pero estoy comentando antes que musaraña jejeje)
Gracias x pasar Miguel! Un placer que te haya gustado la historia! Un abrazo!
ResponderEliminarHola Reina Diana! JAJAJA!!! Yo lo escribía y me daba impresión... Me mata la carrera que están jugando con Musaraña! Beso grande!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Escarcha! Que ascoooooooo!
ResponderEliminarGenial! No comenté la primera porque estaba mirando a las dos en el facebook....jajaja no dijeron nada jodias........
jajaja!!! menos mal que apareciste Musa... Estábamos tan preocupadas, que con Escarcha casi enviamos a la Guardia Nacional para buscarte! Beso grande!
ResponderEliminarHola Bee: Soy Alicia (Lapin) y no pude dejar de pasar a saludarte, pero me encuentro con tan buenos cuentos que no me iré sin felicitarte nuevamente.
ResponderEliminarEn este caso particular has logrado que quedara pegada al asiento leyendo tan impactante historia, con una reflexión final que es casi una moraleja.
Un fuerte abrazo.
Bienvenida Alicia! Gracias por tu comentario! Un placer conocerte. Considerate como en tu casa! Un beso grande!
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