La obsesión que experimentaba el uno por el otro, era una patología que los condenaba desde la infancia.
Siempre andaban juntos. Parecían dos polos opuestos atraídos sin remedio. Él giraba a su alrededor como un satélite natural. Nunca se despegaba de su lado y a medida que fueron creciendo, las cosas no hicieron más que empeorar.
Ella, conciente del poder que ejercía sobre el joven, no dejaba de provocarlo. El deseo y la pasión estallaron tan pronto alcanzaron la pubertad. Sus encuentros cada día más osados culminaron en verdaderas maratones sexuales.Eran concientes de que jugaban con fuego y que si su relación salía a la luz,
todo terminaría muy mal. Sin embargo el amor enfermizo que se profesaban
era superior a cualquier peligro.
Los descubrieron una tórrida tarde de verano. El viejo llegó más temprano
del campo. Ni siquiera escucharon los estridentes ladridos de los perros
recibiendo a su amo.
-¡Es tu hermano, maldita bastarda! –aulló el padre con la mirada desorbitada.
La chica había llegado a la casa después de la muerte de su madre.
Era el fruto de una aventura más que fugaz. El viejo no tuvo más que remedio
que reconocerla. Desde ese día, los hermanastros cultivaron una relación que
desde el principio fue especial.
El viejo la arrastró del cabello y la sacó de la cama a medio vestir. El muchacho
fuera de sí intentó detener a su padre, pero la fuerza del hombre era superior.
-¡Asco debería darles! –gritaba el padre mientras el resto de la familia observaba
azorada la dantesca escena.
Fueron separados de inmediato. A ella la confinaron en un pueblo cerca de la
ciudad de Rosario. Al muchacho, su padre lo obligó a permanecer en la hacienda
trabajando a su lado. Nunca se volvió a hablar del tema.
En ocasiones los silencios se tornaban más crueles que las palabras.
Resignada y sumida en el más terrible de los exilios, la joven se casó con
un escribano que la doblaba en edad. La noticia no tardó en llegar a los oídos
del muchacho. Cegado por la furia y el rencor, un año después contrajo matrimonio
con la ahijada de su madre.
La pena comenzó a corroerle el alma. Su esposa era una excelente mujer y sus hijos
se convirtieron en el tesoro más preciado. A pesar de todo, el frenesí que le provocaba
el recuerdo de su hermana, no lo dejaba vivir en paz.
Una vieja comadre vino con el cuento. La muchacha había quedado estéril como
consecuencia de las golpizas que le propinaba su marido.
Hacía apenas 2 días que le habían dado el alta.
Miró por la ventana y descubrió que la noche estaba estrellada. La respiración
de la mujer era suave y acompasada. Se levantó con sigilo y se dirigió hacia
el cuarto de los niños. Los miró y se acercó hasta ellos con el corazón desgarrado
por el dolor. Besó la frente de cada uno de ellos y abandonó la habitación sin mirar atrás.
Llegó a Rosario antes del amanecer. Estacionó la camioneta a una prudente distancia
y caminó los últimos metros sin hacer el menor ruido.
La puerta del fondo estaba entreabierta.
Se volvieron a ver 15 años después. Él la miró con adoración. Ella casi no podía
contener el delirio que su presencia le provocaba. Corrieron desesperados uno hacia
el otro. Permanecieron abrazados durante unos minutos. Se besaron con ardor.
Estaban enlazados, parecía que sus cuerpos eran víctimas de una conexión
imposible de destruir.
La ayudó a cambiarse de ropa. El camisón manchado con la sangre del marido,
quedó tirado en medio de la sala. Le lavó la cara con agua fresca y la volvió a besar.
El muchacho arrojó a un matorral, el cuchillo con el cual ella había asesinado
a su esposo.
Subieron a la camioneta y huyeron del lugar. Sabían que a partir de ese momento
estaban condenados.
Nada importaba más. Querían estar juntos a cualquier precio.
Incluso a costa del dolor de sus propias familias.
La realidad no tiene remedio. Hay lazos de sangre imposible de desatar.
Prime!!!! Lo he leído de cabo a rabo y lo volveré a leer pq me ha encantado.. Tienes razón, Bee: Hay lazos q no se pueden desatar pq la pasión es más fuerte q ellos y q nuestras propias censuras..
ResponderEliminarAlgo como el incesto tan corriente entre los animales "no humanos" a nosotros/as nos levanta ampollas..
Jo, cómo me ha gustado!!
CHANFLE MALE! AHORA VOS TAMBIEN ME GANAS EN COMENTAR???
ResponderEliminar:-(
;)
EL CUENTO ES TREMENDO, MUY BUENO!!!!
JUGASTE CON UN TEMA TABU Y COMO RESULTADO OBTUVISTE UN TEXTO SIN DESPERDICIOS.
MUY BUENO BEE!!!!!!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con Escarcha. Un beso
ResponderEliminarHola chicas! Gracias x los comentarios! Con los años, una se cansa de esa letanía cultural llamada "de eso no se habla" Al diablo con las censuras emocionales y mentales. Simplemente somos seres humanos... Besos para todas!
ResponderEliminarHola, Bee, entré a tu blog por un contacto, me pareció muy bueno. Voy a seguirte. Aprovecho la oportunidad para invitarte al mío.
ResponderEliminarUn abrazo desde Argentina.
Humberto.
www.humbertodib.blogspot.com
Tremendo texto, temas difíciles de tratar si los hay! Enhorabuena por este logro.
ResponderEliminarMe gustó mucho este cuento Bee!! Claudia besos
ResponderEliminarHUMBERTO:
ResponderEliminarGracias x pasar x aquí y con gusto acepto tu invitación. Ya estoy mirando tu blog. Un saludo cordial!
PATRICIA:
Gracias x tu comment. Un placer recibir esa opinión de parte de una excelente escritora como vos. Un saludo enorme!
CLAUDIA:
Muchas gracias x el halago! Me alegra mucho que te haya gustado la historia. Un beso!
Me encantó tu relato guauuuuuuuuuuu.La entrada que has leído es un grito contra la podrida sociedad impuesta y en parte contra el malnacido que me robó la infancia.Aunque ya le perdoné y sé que lo está pagando.
ResponderEliminarMil besos y hasta pronto
tú habrías hecho lo mismo.
ResponderEliminarBesos.
Bee, me gustó y creo que este cuento bien podría ser una novela. Un beso!
ResponderEliminarRenate
MORGANA: Gracias x todo! Un beso grande!
ResponderEliminarGracias x pasar RENATE! Te agradezco el comment! Beso enorme!
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