Sus pupilas secas permanecían clavadas en las manecillas del reloj y parecían animar a las mismas para que transcurrieran más rápido. La vieja mecedora se bamboleaba con su ritmo monótono y particular. Con cada movimiento, la astillada madera se lamentaba quejumbrosa.
Sentado tras las cortinas que cubrían el ventanal, observaba con desdén al resto de la humanidad.
Inocentes niños jugando en las calles, hombres y mujeres hundidos en sus pequeñas y miserables rutinas, animales vagando en busca de algún bocado con que alimentarse.
Apenas podía comprender la profunda ignorancia en la que estaba sumida la mayoría de la gente. Muchas veces los justificaba pensando que sólo se trataba de una manera de defenderse. El desconocer ciertas realidades les permite simular una existencia ajena al peligro.
Sin embargo él conocía la verdad. Y vaya que la conocía.
Luchaba contra ella noche tras noche de modo implacable y febril. Su cuerpo delgado pero ágil, lo acompañaba incansable en su batalla cotidiana. A pesar de todo, las viejas manos encorvadas por la artrosis aún podían enfrentar a las sombras del mal.
Mientras bebía un sorbo de agua ardiente, acariciaba con delicadeza
la pequeña espada que había heredado de su padre, un antiguo pastor
protestante que lo había iniciado en aquella terrible aventura. Las esmeraldas
de la cruz que brillaban en la empuñadura le provocaban un regocijo íntimo y singular.
Por fin las primeras estrellas comenzaban a encenderse en la bóveda celeste.
La adrenalina circulaba veloz dentro de su sistema nervioso. Todo su cuerpo
se transformaba, y lo que durante el día parecía ser el despojo de un hombre
octogenario, se convertía como por milagro en un ser pletórico de energía.
Salió de su casa a la medianoche. La luz de la luna iluminaba el sendero de su casa.
La espesura del monte lo esperaba arropada con todas sus sombras.
Caminaba con cautela y sus ojos inquietos no dejaban de observar a su alrededor.
Los conocía muy bien y sabía que lo estaban esperando.
Solían presentarse cobijados bajo diferentes aspectos. Amables caballeros, voluptuosas
damas, incluso se había enfrentado a inocentes niños que de no ser por su experimentada
habilidad, lo hubieran destripado allí mismo.
Los demonios de la noche son tan antiguos como la historia de la humanidad. Depredadores
inescrupulosos, que buscan de manera incansable apoderarse de las almas de los mortales.
Deben rendir cuentas a su Amo, y de no cumplir con la orden, se les va la existencia en ello.
Alcanzó un pequeño claro ubicado en medio de la enmarañada vegetación. De pronto,
unos perros que saciaban su sed en un estanque natural, huyeron asustados.
Un joven de aspecto vulgar juntaba muestras de diferentes plantas que crecían entre
los matorrales. La mujer se materializó como por arte de magia. Su belleza era sobrenatural.
El muchacho se quedó hipnotizado observando la sensual figura de al dama. Lo tomó entre
sus brazos y le cubrió el rostro con besos ardientes y golosos. Las manos de la mujer
recorrían con avidez el cuerpo casi adolescente.
El cazador se acercó con sigilo y pudo ver el momento preciso en que las pupilas de
la diabólica fémina se encendían como dos carbones ardientes.
-¡Aléjate de él! –aulló el viejo con decisión.
El demonio lanzó un terrible alarido y abandonó a su presa de inmediato.
Toda la atención se concentró en su inesperado enemigo. Se rasgó las vestiduras y
dejó al descubierto sus tentadoras formas femeninas. Los pechos turgentes y el pubis
sensual intentaban seducir a su oponente.
El anciano se rió a carcajadas. Aquella actitud logró despertar la ira de la dama que en
menos de un segundo mutó en una especie de ser de espeluznante figura.
Los ojos eran dos cuencas vacías y por la boca salía un líquido oscuro y nauseabundo.
La piel se había tornado morada y parecía estar cubierta de cientos de escamas.
Se enfrentaron como dos fieras enardecidas. Rodaron por entre las piedras y mientras
el demonio intentaba desgarrar la garganta del cazador, este recitaba las palabras que
su padre le había enseñado. El peso de la mujer lo estaba asfixiando. Era muy poderosa
y él llegó a pensar que esta vez podía llegar a ser la última.
La pequeña espada apareció en lo alto y atravesó el pecho del demonio de lado a lado.
Un aullido sobrehumano silenció los sonidos de la noche. Intentó sacar la espada, pero
todo fue inútil. Cayó sobre la grava atrapada en las garras de la muerte.
El anciano sin perder tiempo, roció al demonio con gasolina y prendió fuego al cuerpo
yerto de la dama. Una enorme hoguera se elevó majestuosa e iluminó la oscuridad del monte.
El viejo se recostó sobre el tronco de un árbol tratando de recuperar el aliento
Buscó con la mirada al muchacho, pero ya no quedaban rastros de él. Seguramente
había huido en medio del feroz combate.
Satisfecho sacó la botella de agua ardiente y sorbió de ella con fruición. A lo lejos pudo
divisar las luces de las primeras sirenas.
El carro de los bomberos se dirigía a toda velocidad hacia el lugar donde se veía
la inmensa columna de fuego.
Uno de los voluntarios que conducía el camión le dijo con fastidio a su compañero:
-¡Mierda! ¡Otra vez ese viejo loco prendiendo fogatas en medio del monte!
Bien hecho Beeborjas, necesitamos más cazadores como és.
ResponderEliminarUn beso
Hola Patricia! Gracias x pasar x el blog! Es verdad, se necesitan más almas puras... Un beso!
ResponderEliminary el bombero que creía que el viejo armaba fogatas!!!
ResponderEliminarME HA GUSTADO MUCHO BEE!!!
SALUDOS MUJER
JAJAJA!!! Has visto Diana? Tremenda ignorancia la del bombero!!! Abrazo reina!
ResponderEliminarMuy bueno el final, haciendo que el abuelete parezca un pobre pirómano.
ResponderEliminarMe gustan tus historias, pero más aún tus personajes y no sabía muy bien por qué. Pero ahora que leo esta historia, veo que es porque tus personajes parecen pequeños héroes escondidos. Nadie los ve, pero están ahi y esa indiferencia que reciben es la que realmente les hace poderosos.
Un beso
Hey Reina Musaraña! Vengo de comentar en tu blog! Què lindo post has publicado...
ResponderEliminarMuchas gracias x el comentario. Creo que tienes mucha razón. Me seducen los seres anónimos que hacen cosas magníficas frente a las narizotas obtusas de la mayoría. Jajaja!!!
Un abrazo fuerte!
Alguien así es lo que necesito poara desquitarme Bee...buenísimo relato.
ResponderEliminarMil besos y a sobrevivir que no es poco.
Besazos.
Excelente texto, Bee, momento clave el final que le da el cierre perfecto.
ResponderEliminarFue muy bueno haberte conocido, me resulta fantástico leer a colegas que hacen cosas tan buenas.
Un beso.
Humberto.
Querida Morgana:
ResponderEliminarGracias por visitar el blog. Un honor para mí que te haya gustado el relato. Te mando toda mi energía positiva! Fuerza bella Morgana!
HOLA HUMBERTO! Què gustazo tenerte por aquí! Para mí tambièn es muy placentero conocer autores como vos. Son las sorpresas gratas de la vida. Un beso grande!
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