PAMELA, La Recepcionista

Desde hace más de dos años, en la oficina no damos pie con bola con las recepcionistas,
tremendos ejemplares de una raza muy fácil de identificar y muy difícil de soportar.
Pamela es nuestra nueva adquisición. Señas particulares: 1.70 de altura, rubia por adopción y portadora de un par de pechos siliconados producto de un regalo de cumpleaños de 15 atrasado.
Esto no significaría nada si no fuera porque además de poseer estos atributos -exclusivamente apreciados por los babosos compañeros de oficina- nuestro nuevo monumento al trabajo tiene un pequeño defectillo.
Con absoluta certeza hemos descubierto con horror que Pamelita es...
UNINEURONAL.
Si señoras y señores. Pamela la recepcionista, tiene una sola neurona.
Y la pobrecita le rebota del parietal derecho al parietal izquierdo sin darle
un poco de respiro.
¡Y no les cuento cuando la solitaria neurona se le queda tildada leyendo
algún ejemplar de la revista Hola! Ella se queda anonadada, suspirando
por la vida de las princesas que nunca va a poder alcanzar.
De trabajo, ni hablar. Los teléfonos, que se atiendan solos. Que a los cadetes
los reciba mengano y no la vayan a molestar cuando se encierra en el baño
para retocarse el make-up, porque la señorita se empaca como una burra y
se pega un faltazo de dos días corridos.
Cuánta razón tenía Eloisa la administrativa que se jubiló el año pasado,
cuando nos quejábamos del especimen anterior.
"No escupan para arriba chicas, siempre pueden contratar a una peor".
Palabra santa Eloisa, palabra santa.