REVANCHA

El registro que guardaba en su mente era doloroso. Aquella jovencita le había arruinado la adolescencia. Su memoria evocaba cada momento de angustia que su compañera de escuela le había provocado.

Sin duda, el encandilamiento que la otra suscitaba, la sumía en la más profunda indiferencia.

Frente a ella se sentía infinitamente pequeña e ignorada. Soportó estoicamente los desprecios, la marginación y la burla solapada.

Sin embargo, perder a su único amigo en las garras de la chica, fue la afrenta que nunca pudo olvidar. Culminar el bachillerato se convirtió en su obsesión. Deseaba con toda el alma escapar de aquella telaraña siniestra y frustrante.

Los años pasaron, se inscribió en la universidad y logró obtener con éxito el título de abogada. Formó su propio estudio jurídico y se especializó en derecho civil.

Para ella, el caso que la estaba ocupando en ese momento, era sólo un juego de niños.

Su cliente obtendría un ventajoso divorcio. El adulterio en que había incurrido su ex mujer, le garantizaba la victoria.

La sorpresa fue mayúscula al leer los datos de filiación de los involucrados. Intentó convencerse de que sólo se trataba de una mera coincidencia. Muchas personas podrían llamarse de ese modo. Las circunstancias le demostraron lo contrario.

Su antigua rival regresaba del pasado para volver a atormentarla.

Cuando la secretaria le anunció la llegada de la mujer, sus manos comenzaron a sudar copiosamente. Ya no era la exitosa abogada que se destacaba por su talento y presencia.

Todas las inseguridades que creía tener superadas, volvieron a su mente hostigándola sin piedad. Cerró los ojos y esperó sentada detrás de su flamante escritorio.

La voz de Gabriela la obligó a mirarla.

-Hola, Claudia.

No pudo disimular el gesto de contrariedad que se le dibujó en la cara. A pesar del glamour que emanaba la mujer, las huellas de la vida habían modificado notablemente su fisonomía.

Quedaba muy poco de la jovencita que tanto había odiado.

-Hola, Gabriela.

La invitó a tomar asiento y se la quedó observando azorada. Su mente intentaba relacionar sus antiguos recuerdos, pero estos se estrellaban contra la incontrastable realidad.

Gabriela, sonrió con ironía y apenas en un susurro, dijo:

-Sabía que mi marido iba a contratar a la mejor.

No supo que contestarle. Todo parecía irreal y fuera de lugar.

-Estoy en tus manos. -agregó la mujer con resignación.

Claudia experimentó por primera vez en su vida el sabor de la revancha. Sin embargo el placer no duró demasiado y la satisfacción fue más que efímera. Era paradójico, pues al mirar a aquella mujer que otrora fue su enemiga íntima, sintió que ya no había espacio para la venganza.

El tiempo es implacable y tuvo que aceptar que algunas veces los recuerdos de la pubertad suelen jugarnos malas pasadas. En nuestra mentes infantiles, los lugares siempre fueron más grandes, las alegrías más intensas y las penas decididamente más insoportables.